"In me omnis spes mihi est" (Terencio).

30 de septiembre de 2008

INTENTANDO LEER

En estos días disfruto de mis “obligadas vacaciones”. Una cosa curiosa y como muchos sabéis, algo más que inesperadas.

Como no tengo muchos planes y pocas posibilidades de hacerlos, una de las cosas a las que me dedico es a la lectura. Tengo muchos libros atrasados e intento recuperarme un poco ahora que mis jefes me han liberado de mirar el reloj en diversos momentos.

Ayer mañana, tranquilo como pocos días, decidí empezar un libro, “El Corazón Helado”, de Almudena Grandes. ¡Qué gran escritora!, os la recomiendo en novela y como articulista (escribe en El País Semanal, suplemento dominical del periódico de mismo nombre). Para ello, ni corto ni perezoso, cogí el libro y me fui al Vivero, parque y jardín botánico de Baeza que a mí me gusta especialmente. Muchos lo conocéis. Pese a que no soy muy aficionado a leer fuera de casa, en este lugar si he conseguido disfrutar buenos ratos de lectura.

Y allí me ocurrió lo que intento contar.

Escogí un banco cualquiera, que no estuviera demasiado transitado por la gente, y cuando no llevaba ni cinco minutos de lectura, lo veo venir. Un señor mayor, que venía hacia mí, desplazado desde algún otro punto del parque…

- ¿No está mojado ese?, dice.
- No aquí no hay agua. Suponiendo que se refería al banco. Había visto unos pocos mojados.

Con ello, vino a sentarse junto a mí y yo empecé a sospechar lo que se me venía encima. No tardó ni un minuto.

- ¿Estás estudiando?
- No, estoy leyendo una novela.

….20 segundos donde yo continúo leyendo y prosigue…

- ¿Tú no eres de aquí, no?

Y hasta aquí llego yo, que hay ciertas cosas que tengo muy claras. Textualmente…

- Mire caballero, he venido a leer, y aunque le agradezco su conversación, prefiero seguir leyendo si no le importa.
- No, si yo…es que… ¿tú eres de por aquí?
- Mire, que no, que yo me voy a quedar leyendo.
Resignado ya…
- Bueno hombre, ya está, ¡ya no te digo más ná!

Veinte segundos después el hombre se levantaba y a modo de despedida me soltó un ¡Ahí te quedas! Y yo pude continuar la lectura, ya sin interrupciones.

Hace años, probablemente hubiera perdido el rato de lectura, porque habría aguantado “la conversación”, habría intentado comprender que esa persona sólo quería una conversación trivial y matar el rato de soledad en el parque de la mejor manera posible, y al final, con alguna escusa, habría marchado. Hoy día seguramente comprendo esto último, pero entiendo mucho más que mi tiempo es mío, y también tengo derecho a que me comprendan las personas que no están invitadas a mi tiempo, y a poder continuar con lo que yo escojo.

Este hombre, y quién sabe si no, alguno de vosotros, pensará que soy un estúpido. Pero yo hice lo que pretendía cuando fui allí. Leí tranquilo.

3 comentarios:

  1. Te admiro por haber sido capaz de decir lo que necesitabas y te admiro aún más por haber sido capaz de concentrarte para seguir leyendo después de las conversacioncita.

    ResponderEliminar
  2. tampoco costaba tanto haber sido un poquito mas agradable no?

    ResponderEliminar
  3. Puede ser.
    No quería hablar con un desconocido. Quería leer. Quizá me puedas instruir en expresar eso de manera más agradable, sr/sra anonimo. Yo estoy dispuesto a aprender.
    Aun así, deberías concretar qué es ser agradable, porque también te aclaro que expresé la cruda realidad con una sonrisa en la cara.

    ResponderEliminar