GRAN TORINO

Gran Torino es la última película de Clint Eastwood como actor. Así parece ser que lo anunció. Además de eso, hace tiempo que cada nueva película de Eastwood supone un aliciente estimulante por los grandes resultados que consigue. A mi entender son motivos justificados para dejarse caer por un cine a verla, como he hecho yo hoy.

En ella, Eastwood interpreta a un veterano condecorado de la guerra de Corea, Walt Kowalski, que ha de afrontar la soledad tras la muerte de su mujer, la lejanía física y emocional de sus hijos, y el día a día en un barrio poblado de inmigrantes asiáticos, que no hacen sino acrecentar su racismo. De ahí al final, un joven desorientado (como los que salen de nuestros colegios), problemas sociales con bandas juveniles, y un hombre que no sabe mirar para otro lado, ni ante lo uno ni ante lo otro.

Gran Torino es una película poco pretenciosa. Sencilla y lógica en su discurrir. Qué pocas cosas suceden en la película y por el contrario, cuántas cosas es capaz de contarnos en ella. Clint Eastwood sigue demostrando que es quien mejor cine hace desde hace mucho tiempo, que unido a su categoría como actor le hace ser una leyenda viva. La Leyenda diría yo. Es un auténtico contador de historias. Lo mejor es que, aunque entremos en el cine con las expectativas muy altas, nunca nos defrauda. He visto la película y como siempre, este señor me ha hecho sentir algo especial, y una inquietud similar a la experimentada en Million Dollar Baby, pese a no parecerse. Con una actuación sin grandilocuencias, que dicen, es una de las grandes de su carrera, ha realizado una despedida por todo lo alto, como no podía ser menos.

Finalmente dos menciones especiales. Una para el parecido carácter de Walt Kowalski y Harry Callahan (Harry el sucio), en lo que podría ser un magistral homenaje de despedida, y otra para la sencillísima banda sonora y la preciosa canción final, en unas imágenes que todavía permanecen grabadas en mi retina.