AGOTA KRISTOF

Nunca había oído hablar de la escritora que lleva por nombre Agota Kristof hasta hace unas semanas cuando leí en la red alabanzas y recomendaciones sobre sus obras.

No tengo analizado el motivo, pero me encanta poder conocer y leer a ese tipo de escritores que pasan por ser buenos o muy buenos y que no gozan de una fama evidente más que entre ciertos sectores, como los propios escritores, círculos literarios y un número menor de lectores. Me gusta tanto, que en cuanto puedo, intento leer algo de ellos y también sobre ellos.

Es lo que me acaba de pasar con esta escritora, si bien, amedrentado por unas cuantas decepciones recientes, me he retraído de gastarme un dinero en una novela por temor a llevarme una nueva decepción y he decidido empezar por un escueto volumen de relatos autobiográficos; La Analfabeta. En él, narra su exilio desde su Hungría natal, pasando por Austria para afincarse en Suiza, país que le permite sobrevivir dignamente con su hija, mientras evoluciona desde ser una niña devoradora de libros a una analfabeta que no sabe leer en un idioma adoptivo, el francés, que le acompaña en esa nueva vida de soledad y desarraigo en un país extraño desde el que añorar su tierra natal. Este eje biográfico no deja de estar unido a su pasión por la escritura y por tanto, al afán por escribir y publicar. Con esa pasión y mucho esfuerzo, con insistencia y una convicción férrea, logra salvar el obstáculo de esa nueva lengua, que estudia con determinación y que acabará por convertir en su lengua adoptiva para lograr una salida exitosa al mundo literario.

El libro nos habla con frases directas y muy precisas. Es breve, brevísimo. Deja entrever ideas en pocas palabras. Me ha gustado un poco, no mucho, pero sí ha conseguido que algún día vuelva a leerla, y casi seguro para bien.