"In me omnis spes mihi est" (Terencio).

31 de diciembre de 2010

INDAGACIONES IV

En el entierro muchos lo vieron pero el tiempo y la distancia se encargaron de que no fuese reconocido. Tantos años no habían cambiado nada la fisonomía del lugar aunque si habían hecho mella en sus gentes. Todos aquellos que conocía se habían convertido en seres decrépitos abocados a un final cercano, igual que el difunto. En el cementerio no consiguió localizar a muchos de los que esperaba presentes. Algunos ya habían pasado definitivamente por ese lugar. Otros si que estaban, y solo con unos pocos su mirada no se volvía seca y severa. Se marchó justo antes del final del sepelio. Rápido y huidizo. Aquella noche se vieron luces en la casa grande tantos años deshabitada, y en los siguientes días se vio salir humo de la chimenea. Hubo quien no perdió el tiempo para hacer conjeturas, para inventar historias sobre nuevos inquilinos y hasta se habló de un fantasma. Muy pocos sin embargo, tuvieron la certeza de lo evidente. Había regresado.

Entretanto, en casa de la viuda no paraban de recibirse visitas, de entregarse agasajos, de condolencias sinceras y otras hipócritas, tal y como determinaba la costumbre de lugar. Durante una semana, un pueblo entero disimulaba la soledad de quienes ahora seguían viviendo con un nuevo fantasma en la memoria.

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