Ayer pasó por las tablas del Teatro Montemar de Baeza, Rafael Álvarez “El Brujo”, y un servidor se acercó presintiendo que merecía la pena.
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Primero en la obra supo ser brillante, certero, y sacar partido a su arte con “omisiones, medias palabras y sobreentendidos” que dice Juan Ignacio García en ABC. Profesional donde los haya, supo lidiar con alguna imprevista interrupción y sacarle partido para su propia grandeza. Pero también supo ser mordaz, sutil y preciso en el postrero regalo de despedida que le hizo al auditorio en forma de breve e hilarante monólogo crítico, sobre todo con quien se atreve a entrar tarde al teatro o con los maleducados e hirientes flash de los aficionados al recuerdo gráfico. En esas, enfiló casi todos los palos, desde la Casa Real, la Iglesia, los tópicos andaluces, el flamenco y el trabajo.
Muy buen trabajo el suyo. Mi presunción fue acertada. Bien que lo disfruté.
Hace años lo vi representando El lazarillo de Tormes. Después de un inicio abrumador, hizo un alto y empezó a interpretar un monólogo, creo que improvisado. Nunca supe si era parte de la obra o si se cansó a la mitad y nos enchufó el monólogo.
ResponderEliminarA pesar de gustarme, no pude evitar sentirme un poco engañado.
Por lo que me dices y por lo que vi...parece propenso a ese tipo de monólogos. Y sí, no se sabe cuánto de ello es improvisado y cuánto no.
ResponderEliminarNo me enteré, sino me hubiera gustado ir, ahh no que estaba de tarde, jejee.
ResponderEliminarDisfruta!!!